
El calentamiento global y la continua explotación y destrucción de la naturaleza están causados por el modo de producción y de vida imperante. Desprecia la naturaleza en su valor inherente, la utiliza como un mero recurso. Sin embargo, este modo de producción y de vida también destruye la base de la existencia de la humanidad y perjudica la calidad de vida de muchas personas, generaciones presentes y futuras. Por lo tanto, es necesaria una transformación social fundamental del modo de producción y de vida para la supervivencia de la humanidad.
No solo se está desestabilizando nuestro planeta, sino también las sociedades, las regiones y los países. En todo el mundo imperan unas condiciones sociales y ecológicas injustas, que han negado y siguen negando a muchas personas una vida en un medioambiente intacto y su participación justa y adecuada en la riqueza social y natural mundial, incluidos nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Especialmente afectados están los que estuvieron en desventaja en el pasado y lo están ahora, y sin un verdadero cambio de rumbo se verán aún más afectados por las consecuencias ecológicas y el cambio climático: los países del Sur global y las personas más pobres que no han contribuido casi nada al cambio climático.
La transformación de la sociedad, una necesidad para la supervivencia, como transformación socioecológica
Una transformación de la sociedad que sea necesaria para la supervivencia y que conduzca a un modo de producción y de vida sostenibles social y ecológicamente debe, por las razones mencionadas, desembocar en un mundo y una sociedad social y ecológicamente justos. Asimismo, la justicia climática exige que el alcance del cambio climático se minimice por igual para todos y que las consecuencias del cambio climático recaigan sobre quienes contaminan. También, desde este punto de vista, el diseño de un mundo y una sociedad social y ecológicamente justos es un imperativo categórico de una transformación socioecológica: la justicia social y la justicia ecológica son dos caras de la misma moneda que deben alcanzarse simultáneamente.
Es necesario un cambio fundamental de valores
Una de las causas de la producción ecológicamente desastrosa y del consumo que se basa en esta producción es una ideología nefasta de crecimiento orientada en última instancia al beneficio y la rentabilidad. Según esta narrativa de la política imperante, la pobreza y las desigualdades sociales deberían superarse y se superarían con un aumento del consumo de recursos naturales y la destrucción de la naturaleza. Sin embargo, la sobreexplotación de la naturaleza y su destrucción iban y van de la mano de la explotación económica de las personas, de la explotación económica del ejercicio indebido del poder sobre los países más pobres por parte de los países más ricos, las empresas y sus accionistas.
Una transformación socioecológica debe orientarse a las necesidades de todas las personas, así como a los requisitos ecológicos fundamentales, y debe detener el cambio climático de inmediato. El cuidado de las personas y el cuidado de la naturaleza van de la mano. Estos son valores sostenibles y no la acumulación de bienes superfluos para mantener el sistema de producción y consumo imperante.
La renta básica como componente necesario de una transformación socioecológica y elemento clave para la justicia climática
Una transformación socioecológica —y en esto coincidimos plenamente con los científicos y los expertos del último informe para el Club de Roma— debe permitir que todas las personas, incluidas las generaciones futuras, vivan en un medioambiente intacto y, al mismo tiempo, concederles una parte socialmente justa de la riqueza de la sociedad y la naturaleza. Solo por esta razón, debe ser una transformación diseñada democrática y sosteniblemente.
Esta perspectiva lleva a preguntarse cómo se puede conceder a todas las personas una parte justa y adecuada de la riqueza social y natural. Somos de la opinión —también de acuerdo con los científicos y los expertos del reciente informe para el Club de Roma— de que una renta básica para todas las personas es una forma de este reparto. Debe ir necesariamente acompañada de una redistribución radical de la renta y la riqueza de los estratos superiores a los inferiores y medios de la sociedad. O como manifestaron los 238 académicos europeos en una carta abierta: para resolver los problemas sociales, no necesitamos más crecimiento, lo que necesitamos es una distribución más justa de la renta y la riqueza que ya tenemos. Ya es suficiente para todos.
Inicialmente, la renta básica también puede cofinanciarse gravando la producción y el consumo no ecológicos o perjudiciales para el clima. Los ingresos procedentes de estos impuestos se devuelven a todos los miembros de la sociedad con la renta básica. Esto no solo frena la producción perjudicial para el clima, sino que también redistribuye la riqueza de arriba abajo, ya que a menudo son las clases más ricas de la sociedad las que consumen de forma no ecológica y las responsables de las elevadas emisiones que perjudican el clima. Asimismo, una redistribución fundamental en el presupuesto público amplía mucho el margen para la inversión pública en producción y servicios ecológicamente sostenibles, en los que todos los miembros de la sociedad se convierten en copropietarios: los excedentes de esta producción se utilizarían también para cofinanciar la renta básica. La copropiedad de todos también promovería la configuración democrática de la producción y los servicios por parte de todos los miembros de la sociedad.
Desde una perspectiva global, para desarrollar sistemas de renta básica en los países más pobres, debe haber una (re)distribución desde los países más ricos y las corporaciones globales hacia los países que históricamente han sido empobrecidos por las acciones de las naciones más ricas y las corporaciones globales, también para desarrollar una sociedad y una economía social y ecológicamente sostenibles en estos países.
Para lograr un mayor impacto ecológico, la renta básica debe garantizar al menos las necesidades básicas y la participación de todos y cada uno de los individuos de la sociedad respectiva. Solo entonces se podrán superar la aceptación de la ideología de crecimiento y la obligación económica individual al empleo remunerado. Solo entonces podremos esperar un amplio apoyo al necesario abandono de una producción y un consumo ecológicamente desastrosos. Solo entonces se podrá minimizar el temor al cambio necesario y, al mismo tiempo, anticipar las ventajas de una producción y un estilo de vida sostenibles desde el punto de vista ecológico y social.
Solo si la renta básica garantiza la existencia y la participación social de todos, se permitirá también a las personas disfrutar de libertad económica y política, lo que a su vez se traducirá en una configuración democrática de los asuntos públicos por parte del pueblo. Ello se debe a que la presión política en favor del crecimiento económico y la creación de empleo, por muy desastrosos que sean desde el punto de vista ecológico, está muy debilitada.
Solo si la renta básica garantiza la existencia y la participación social de todas las personas, será posible una amplia participación democrática de todos en la configuración de la transformación socioecológica.
Solo si la renta básica garantiza el sustento y la participación social, se permitirá también a los trabajadores reducir radicalmente su jornada laboral o se impedirá que esta se prolongue por necesidad. Con una renta básica que garantice el sustento y la participación social de todos, cada uno puede dedicarse a diversas actividades sociales, asistenciales, culturales, artísticas y políticas, que requieran tiempo y que estén determinadas por uno mismo, más allá de las necesidades económicas individuales. Para aspirar a una transformación socioecológica, también hay que aspirar a una socialización más allá del productivismo ecológicamente desastroso y del consumismo individual.
La renta básica es uno de los componentes necesarios de una combinación de políticas globales, nacionales y regionales para la transformación socioecológica. Esto incluye, por ejemplo, el desarrollo de una economía ecológicamente sostenible orientada al bien común en todo el mundo, la quita de la deuda de los países pobres, unas relaciones comerciales y financieras mundiales justas y democráticas, el desarrollo de infraestructuras y servicios públicos y sociales, incluida una atención sanitaria suficiente para todos, la emancipación de la mujer, el fortalecimiento de los derechos de la mujer y la división equitativa del trabajo en función del género, así como la democratización de la economía y la sociedad en todos los ámbitos. Estas y otras cosas son componentes necesarios de una transformación socioecológica, incluida una política para detener el cambio climático y superar la crisis climática.
Todas estas son buenas razones para que el movimiento de la renta básica, el movimiento ecologista, el movimiento feminista y otros movimientos sociales unan sus fuerzas. Luchemos juntos por un mundo en el que todas las personas puedan vivir una buena vida en un planeta sano.